Por Pablo Menéndez.- El verano en los lugares de mar cambia su inercia en forma radical, de un día al otro, el pueblo costero se vuelve una ciudad. También trae la adrenalina de amores fugaces. Cómo la historia de Fernando y Patricia
Este relato puede uno poner los nombres que sean y algún lector quizás vivió algo similar que los protagonistas de esta historia. En esta caso sus nombres son Fernando y Patricia.
Fernando, 18 años recién cumplidos, Patricia 17 al borde de sus 18. Se conocieron por esos encuentros grupales entre los “locales” y los turistas. Sin embargo, Fernando estaba más atento a otra de las chicas del grupo, con Patricia solo cruzaron ese día pocas palabras.
Los días siguientes eran la playa, muy clásico, algo que no se ha perdido aún, risas de la nada misma, zambullidas al mar fresco y salpicar a la que más nos gusta y el rótulo mayor es el partido de voley y ahí Fernando se defendía bastante. Y ese fue el momento de cruce con Patricia.
Voley mixto, en el mismo equipo los dos, en los cuales surgieron algunas miradas cómplices, hasta algún aliento por parte de él hacia ella.
Esa noche todos quedaron en ir a un bar frente a la playa. Fernando paso a buscar al grupo en su camioneta. Entre las que estaba era Patricia, ya la relación había cambiado, se notaba en las formas de hablarse y de mirarse. Ya la mayoría de sus compinches ya se habían dado cuenta, que la chispa se había encendido, solo faltaba saber cuándo se prendía el fuego del amor.
Ya en el bar, en la planta alta, una especie de reservado, todos hablando y riendo, Fernando aprovecho para invitar a Patricia a caminar a orillas del mar.
Allá fueron los dos, con un silencio previo a decir alguna palabra que rompa el hielo, momento difícil que decir es ese momento. Él se animó y le habló de sus ojos, que siempre le gustaron. Ella solo atinó a sonreír y sus miradas se cruzaron, algo hay de cierto es esos encuentros, uno besa antes con la mirada que con la boca.
Ya en la playa, Fernando y Patricia, concretaron su amor. El tiempo voló y Patricia retornó a su ciudad. Ya nada volvió a ser igual para ellos, se juramentaron que el año entrante volvieran a verse.
Ese compromiso quedo en palabras, llegó el otro año, Fernando, al poco tiempo, encontró un nuevo amor. Patricia cuando vino, ya lo hizo con su novio.
Aunque ya no sé volvieron a cruzar, los encuentros de ese verano, en los dos les dejo el sabor de haber vivido un amor con mucha piel y pasión.
