Los que hemos superado la barrera de los más de 50 años también tenemos cosas para decir. Lo que describiré en esta nota es una opinión desde mi verdad relativa, se podrá estar de acuerdo o no, sin embargo me veo en la necesidad de expresar lo que pienso y creo.

Lo primero que tengo para decir es que somos la generación del ´83. Tenía 19 años cuando daba paso a la apertura democrática con la llegada de la primavera alfonsinista, aunque uno no militaba en ese sector, estaba en la necesidad de cada uno de participar en algún espacio político y social.

Desde esa posición, me sumé con mucha alegría a la JP., con los sueños y utopías como todo aquel que tiene esa edad. Salíamos de una dictadura militar que todos sabemos lo que fue y en esta nota no vale la pena profundizarla, porque se va del tenor de mi ponencia.

Nuestra generación hubo muchos que, lamentablemente, fueron a la guerra de Malvinas, ahí se encontraron cara a cara con la muerte, y trascartón la angustia de volver a un país que por largos años invisibilizaron a todos ellos. Hoy la situación es distinta sin embargo fue gracia a su lucha, justamente a los que hoy tiene 59/60.

Somos de una generación que a los que militaban en otros espacios los llamábamos adversarios circunstanciales. Porque nos sentábamos a entablar una conversación desde los puntos de acuerdos y no en los desacuerdos, a que estos últimos los dejamos en el margen de la hoja.

Somos de una generación que vimos a Alfonsín y a Cafiero codo a codo en el balcón de Rosada. Defendiendo la democracia con sus disensos lógicos pero entiendo que debe primar el bien común sobre las cuestiones partidarias.

Somos de una generación que teníamos nuestros ideales sin avasallar al otro. Al contario cada uno defendía lo suyo con el respeto de la palabra y de una militancia sin beneficios de inventarios.

Somos de una generación que abrazó al rock nacional para expresar nuestros sentimientos, alegrías y tristeza.

Somos de una generación que hicimos un culto del amor y la amistad. Nos poníamos hombro con hombro para ayudar a un amigo o amiga. Entendiendo, sin necesidad de que nadie nos diga, que el otro es un igual y un distinto a la vez.

Somos de una generación que tenían muchos a Alfonsín como bandera, y quien suscribe a Antonio Cafiero, que nos demostraron que con el diálogo se puede lograr una alternancia madura, sin posturas extremas que llevan a un punto de no retorno.

Somos una generación que pese a todo lo que vivimos y vemos, hoy seguimos dando pelea y que sentimos que llega la hora de decir nuestras verdades para todos aquellos que creen en que la mejor “revolución es la de los buenos”.