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La primera revolución de los radicales argentinos


La primera revolución de los radicales argentinos
Desde la Revolución de 1890, la Unión Cívica se presentaba ante la sociedad como una organización política que proponía una nueva forma de hacer política. Pero en su seno se percibían notables diferencias entre sus dos conductores. Los objetivos de Alem y Mitre eran notablemente diferentes. Sólo coincidían en expulsar a Juárez Celman del gobierno. Pero mientras Alem luchaba por elecciones libres y transparencia gubernativa, el mitrismo, pronto aliado con el roquismo, pretendía recuperar el poder para colocarlo en manos confiables que aseguraran que nada cambiaría. Así, las cosas, Leandro Alem crearía un año más tarde la Unión Cívica Radical.

Entre 1891 y 1893 se produjo un fuerte debate al interior de la UCR entre abstencionistas, que planteaban no participar en las elecciones mientras subsistiera el fraude, y la concurrencista, que proponía no abandonar la lucha electoral. El fraude de las elecciones de 1892 volcó la balanza a favor de una tercera opción, la del alzamiento.

Alem y Bernardo de Irigoyen intentaban convencer al ministro del Interior, el cívico Aristóbulo del Valle, de que diera un golpe de Estado y asumiera el gobierno con el apoyo del radicalismo. Pero ministro se negó (para “no sentar un funesto precedente”) y los radicales se lanzaron a la lucha revolucionaria.

La primera acción armada se produjo en la mañana del 29 de julio en San Luis, encabezada por Teófilo Sáa, formando una junta revolucionaria de gobierno. En Rosario, el movimiento, encabezado por Lisandro de la Torre, a fuerza de bombas y fusiles, también logró la toma de la ciudad. Lo mismo ocurrió en Santa Fe, con Mariano Candioti a la cabeza.

En Buenos Aires, la revolución estalló el 30 de julio y fue dirigida por Hipólito Yrigoyen y su hermano el coronel Martín Yrigoyen, con tres mil hombres acantonados en distintos puntos de la provincia. Entre ellos estaba también el joven Marcelo T. de Alvear. No eran los únicos, los cívicos mitristas también se lanzaron a la acción armada, aunque de forma independiente. El movimiento radical produjo acciones en más de 88 municipios bonaerenses, desde Temperley hasta Pergamino, pasando por 9 de Julio, Mercedes, Chivilcoy, Cañuelas y Necochea. Se buscaba dominar la provincia y llegar lo antes posible al centro de la capital, levantando los ánimos populares.

El 9 de agosto, luego de sucesivos combates y tras la renuncia del gobernador Costa, cinco mil hombres del radicalismo ingresaron en La Plata. Allí, el movimiento depuso las armas, luego de negociar Yrigoyen con Del Valle, quien le aseguró que no podría demorar más la represión y evitar así un baño de sangre. Aun así, se sucedieron en otras provincias más levantamientos, como en Corrientes y en Tucumán. Pero el intento ya había fracasado y Alem se entregó, asumiendo toda la responsabilidad de la insurrección, mientras que Yrigoyen logró salir hacia Montevideo.

En ocasión del comienzo de la insurrección en la provincia de Buenos Aires, recordamos las palabras de Vicente Gallo, en el primer aniversario de la revolución, en 1894.

Fuente: Discurso de Vicente C. Gallo en el primer aniversario de la segunda revolución radical, en 1894; en Waldo Ansaldi y José C. Villarruel, “Quiera y sepa el pueblo votar: la lucha por la democracia política en la Argentina del Centenario”, en e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, Vol. 2, Nº 6, Buenos Aires, enero-marzo de 2004, pág. 12; en www.catedras.fsoc.uba.ar.
“La revolución del 30 de julio de 1893 no fue un  movimiento localista, de esos que no afectan ni interesan sino a la sociedad en que se realizan y al pueblo que los ejecuta, de esos que pasan sin hacer sentir su influencia en la vida nacional, sin proyecciones en el desenvolvimiento general de la política, sin atenencia, ni vinculaciones con la causa y la suerte de los demás pueblos. No, la revolución del 30 de julio, si fue un hecho local por el escenario en que se consumó y por los soldados que la hicieron, fue un acontecimiento nacional de vastas proyecciones, y de repercusión universal, por el espíritu que la animó, por la idea que le dio vida y por los propósitos a que respondió: porque se hizo con bandera y programa nacionales, en pos de ideales y aspiraciones igualmente caros a todos los pueblos de la República y en contra de errores y de vicios igualmente arraigados en todos los gobiernos. Ella fue la obra de las mismas causas y el resultado fatal de los mismos errores que levantaron en armas al pueblo de San Luis; que provocaron el despertar enérgico de Santa Fe, saqueada, ofendida y ultrajada; que suscitaron la protesta viril de Corrientes, y que armaron el brazo vengador de los tucumanos, porque en Buenos Aires, como en San Luis, en Corrientes, Santa Fe y Tucumán imperaban el fraude y la imposición, elevados a categoría de resorte oficial de los gobiernos, el desbarajuste, la corrupción y el escándalo entronizados como sistemas de administración pública y porque, en todas partes, sentían los pueblos igual necesidad de libertad que vosotros, iguales ansias de luz, los mismos altos y superiores anhelos de honradez, de reparación y de justicia que dieron bandera, prestigio y fuerzas a la república de Buenos Aires y dieron fuego, fe y entusiasmo a sus soldados improvisados.”
Vicente Gallo
Fuente: www.elhistoriador.com.ar

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