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Clima

El niño y las estrellas de mar. Un cuento que vale la pena leer, y reflexionar.


El niño y las estrellas de mar. Un cuento que vale la pena leer, y reflexionar.

Hay una historia que me contaron hace tiempo y que, aunque es muy posible que la conozcas, no me resisto a explicarte de nuevo porque tiene mucho que decirnos, especialmente a quienes ya contamos cierta edad y estamos de vuelta de muchas cosas.

Si no la has escuchado nunca, disfrútala…  Y, si ya la conocías, confío en que sirva para refrescarte la memoria y removerte un poco por dentro.  Dice así:

Había una vez, hace no mucho tiempo, una hermosa playa de arenas blancas y aguas limpias y cristalinas.  Era conocida por los turistas porque en ella podía uno encontrar, en la orilla, cientos de estrellas de mar de los más variados colores y formas…  Era un auténtico espectáculo estético que no dejaba indiferente a nadie.

Una mañana -estaba saliendo el sol- un anciano, cansado de la vida, paseaba por la playa en busca del sosiego y la esperanza perdida.  Sus pasos eran lentos, cansados pero firmes, y su mirada iba pendiente del suelo, de esas estrellas de mar que decoraban la orilla.  Sus pensamientos, sin embargo, eran un tanto macabros… ¡Qué hermoso espectáculo ofrecen las estrellas de mar…  Aunque para ello deban morir fuera del agua!  En su mente las resonancias vibraban y le traían imágenes de ese tercer mundo que debe sufrir para que gente como él, en el primero de los mundos -para ellos, el único-, pudiera enriquecerse y vivir en medio de las más excelsas comodidades.

En éstas estaba cuando se encontró con un joven -apenas un niño- que, frente a él, estaba recogiendo las estrellas del suelo para lanzarlas de nuevo al océano.

Pero, ¿qué estás haciendo? – le preguntó el anciano.

Salvo a las estrellas de mar que se han quedado encalladas en la orilla.  Si las dejo aquí y les da el sol de la mañana morirán…  Así que las devuelvo a donde deben estar – respondió el joven.

El anciano, con la lógica cartesiana propia de los adultos no salía de su asombro:

Pero hijo, ¿no te has dado cuenta de que la playa se extiende a lo largo de cientos de kilómetros y que hay miles de estrellas en la orilla?  La tuya es una batalla perdida, no puedes tener éxito, no puedes salvarlas a todas.

El niño miró con tristeza los ojos del anciano, después miró a su alrededor, a esos miles de estrellas de mar…  Finalmente posó su mirada en la estrella que tenía asida en su mano…  Sonrió y con fuerza la lanzó de nuevo al océano mientras gritaba:

No podré salvarlas a todas, pero a ésta sí…  Ésta es mi batalla…  Y la he ganado.

El anciano se conmovió, percibió la Sabiduría que se ocultaba en aquél sencillo gesto…  

Y lo que no suele explicarse es que, desde entonces, se cuenta que un anciano y un niño -cada madrugada- ríen y charlan alegremente en la orilla mientras devuelven al mar a muchas de esas estrellas que habían quedado encalladas en la playa.

Libremos también nosotros nuestras batallas individualmente, que nuestro amor sea concreto…  No queramos salvar el mundo, salvemos a cada uno de sus habitantes, uno a uno, rostro a rostro, gesto a gesto.

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